12.14.2011

...NT...

Ella nació entre libros, y entre libros siguió viviendo:
en la fría biblioteca de aquel monasterio viejo.
Viejo, solo y olvidado, pues se encontraba muy lejos
de la civilización que lo olvidó hacía ya tiempo.
La niña vive tranquila. Sola, feliz, sin saberlo:
que el día en que ella nació, fue el día en el que había muerto.
Como si fueran jardines de los que hablan los cuentos,
se pasea entre los cipreses agitados por el viento.
En vez de ramos de flores, a diferencia del resto,
ella prefiere las flores marchitas del cementerio;
pasear entre las rosas y espinas de color negro
mientras los rayos del sol van muriendo allá a lo lejos.

Así comienza la historia de Nytzef, que despertó como siempre entre los libros del monasterio abandonado a las afueras de la ciudad de Pandora…En mitad de la nada, perdida en ninguna parte. Sé lo que estáis pensando, pero no, Nytzef no había leído una historia en su vida (aunque quizás debería decir existencia, pues, aunque no lo supiera, ella llevaba muerta mucho tiempo). La razón era que no sabía leer, pues siempre había estado sola. Los únicos recuerdos que tenía se remontaban a su primer despertar en la biblioteca. A sus 5 añitos y sin ninguna compañía se entretenía mirando las ilustraciones de los libros, imaginando lo que podrían estar diciendo o paseando por el cementerio situado en los alrededores del edificio. Para ella, esto era como su pequeño paraíso: su gran mansión con enormes jardines. No comía ni bebía, nunca había sentido esa necesidad y, además, como siempre había estado sola no sabía de la existencia de otras personas ni de otras formas de vida. Pero, como en todas las historias dignas de ser contadas, ocurrió algo que cambió radicalmente la monotonía de la “vida” de esta pequeña.

Aquel día Nytzef había estado paseando entre las tumbas, pasando sus deditos por las lápidas y comenzó a ponerle nombre a las flores marchitas que quedaban en su rosal preferido. Todo  estaba transcurriendo como cada día…hasta que vio algo que se movía entre los cipreses que marcaban el límite del cementerio. Pesando que podía tratarse de un animalito, corrió hacia allí con la intención de “adoptarlo” y tener un amiguito que le hiciera compañía, pero la figura era demasiado grande para ser un perro o un gato. Llena de curiosidad, se adentró entre los árboles para observar que la figura se detenía detrás de uno de los troncos… y comenzaba a llorar. Al principio no supo qué hacer, pero finalmente descubrió que se trataba de otra niña que parecía muy asustada. Nytzef se llenó de alegría y sorpresa al mismo tiempo, pues era la primera vez que veía a alguien como ella, así que no dudó en hablarle.
- ¡Hola!- Dijo sonriente y muy alegre

La otra pequeña se sobresaltó, pues no se había percatado de su presencia. Tenía los ojos muy rojos, como si llevase mucho tiempo llorando y  aún tenía los ojos llenos de lágrimas. Al ver a Nytzef se tranquilizó un poco, pero no paró de llorar.
-¿Por qué lloras?
-Porque estaba de excursión y me he perdido-Respondió la pequeña entre sollozos
-¿Por eso estás tan triste?
-Sí, porque no sé volver a casa y tengo mucho miedo.
-No pasa nada, no llores. Mira, yo vivo aquí y este sitio es muy bonito. Mi casa es muy grande, si quieres puedes venir conmigo.-Nytzef no esperó respuesta. Muy sonriente, tomó la mano de su invitada, le secó las lágrimas, cogió la mochila que llevaba y juntas se dirigieron al monasterio.

Una vez dentro, la joven había dejado de llorar, pero era evidente que se encontraba un poco incómoda en ese ambiente tan siniestro.
-¿Cómo te llamas?
-Evangelyn… ¿y tú?
-Nytzef. Tienes un nombre muy bonito.
-¿Cuántos años tienes?
-No lo sé… ¿y tú?
- Yo tengo 6.No me gusta este sitio…me da miedo.
-¿Por qué? Si aquí no pasa nada.
-En casa tengo una lámpara para poder ver por la noche y siempre tengo a mi osito. A demás, mi mamá siempre me da un beso de buenas noches y me tapa con la manta antes de dormir.
-¿Mamá? ¿Hay más gente como tú? ¿Cómo es el sitio de dónde vienes?
-¿No lo sabes?
-No, siempre he estado aquí, sola.
-¿De verdad?¿Y quién te hace la comida?
-¿Comida?

Evangelyn estaba muy sorprendida de que Nytzef no conociese nada de “su mundo” y Nytzef aún más, porque ni siquiera sabía de su existencia. Esa noche, las niñas estuvieron hablando mucho tiempo. Nytzef preguntaba y Evangelyn respondía muy emocionada, pues estaba muy contenta de poder enseñarle tantas cosas a una persona. Así, poco a poco, el miedo fue desapareciendo y las chicas fueron congeniando cada vez más. A Nytzef le encantaba que Evangelyn le contara cosas de “su mundo”, que le contara cuentos antes de dormir y que se hicieran reír la una a la otra. Evangelyn admiraba la excentricidad de Nytzef, que fuese tan diferente y le constase cómo había pasado los días hasta entonces. Para Evangelyn Nytzef era un misterio, y le encantaba tener a una amiga tan misteriosa que, a demás, también le enseñaba cosas y cuidaba de ella cuando tenía miedo. Encontraba fascinante que nunca comiera nada y que estuviese tan fría. A demás, pasaron muchas tardes inventando juntas historias con los dibujos de los libros, y jugando a crear fortalezas, a transformarse en seres fantásticos y todo lo que les permitía su imaginación. Ellas decían que eran hermanas gemelas, pero al contrario y disfrutaban con cada instante que pasaban juntas.

Pero pronto la comida fue un problema. Evangelyn necesitaba comer y la comida que había llevado en su mochila se había terminado. Los árboles ya no daban más frutos porque comenzaba el otoño y tenían que buscar una solución…pero ¿qué se le podía ocurrir a dos pequeñas de 5 y 6 años?

-¡Nytzef! ¡Ya lo tengo! Creo que sé por qué no comes y estás tan fría. ¡Porque eres una vampira!- Dijo un día Evangelyn muy emocionada con su descubrimiento.
-¿Una vampira?
-Sí, y ya sé cómo podemos arreglar lo de la comida. En la tele vi que la gente se convertía en vampiro cuando otro vampiro del mordía. Si me conviertes en vampira yo tampoco necesitaré comer y podremos estar juntas siempre.
-Pero es que si te muerdo te voy a hacer daño, y tú eres mi amiga…No quiero hacerle daño a la única amiga que tengo…
-Pero después vamos a poder ser amigas para siempre. Tienes que morderme aquí, en el cuello, y hacerme sangre. Y después ya seré una vampira como tú.
-Bueno, si vamos a poder estar siempre juntas, lo haré.

Las niñas se miraron a los ojos para indicar que estaban preparadas, y luego Nytzef hizo lo que Evangelyn le había dicho…Pero las cosas no sucedieron exactamente como estaban planeadas.
Y ese momento, fue el final de la historia...

Las niñas vivían tranquilas, solas, felices, sin saberlo:
que por querer seguir vivas, ambas acabarían muriendo.
Una expuso su cuello, y la otra debía morderlo
para que, tras sangrar, se completara el proceso.
Mientras la sangre brotaba, las lágrimas iban cayendo
de una por causar dolor, de otra porque estaba sufriendo.
Pobres niñas inocentes, no comprendían la situación:
mientras Nytzef lloraba, Evangelyn se desangró.
Yacía en el suelo inerte, aunque parecía dormida
Nytzef se tumbó a su lado, y comenzó a abrazar a su amiga.
Se habían equivocado, ella no era vampira
la sangre era lo único que podía quitarle la vida.
Al tragar un poco de sangre, por no conseguir escupirla
se quedó paralizada, quedó en el suelo tendida.
Dulces niñas inocentes cuyos lazos de amistad
son tan fuertes que la muerte no las puede separar
sus dos cuerpos perecieron en un abrazo mortal
pero sus almas se unieron por toda la eternidad.